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viernes, 18 de marzo de 2011

MI PELUCHE



Debo admitir que últimamente observo que al pasar de una economía financiera y de bonanza a una economía de supervivencia, en dicho transcurso y periodo, la gente se busca la vida de mil maneras, y es aquí, cuando precisamente aparece el hambre, o mejor dicho se exalta, y hace que el espíritu hambriento tome recónditas dimensiones.


En esta línea, un gran amigo me comentó hará tres meses una noticia que había visto por televisión y que podríamos calificarla de sorprendente y auténtica. Como la mencionó casi al finalizar una cena, y después de varias copas de vino, no le presté toda la debida atención que se merecía, aunque pensándolo después, y sabiendo que mi amigo a pesar de llevar ese día una tasa de alcohol ciertamente alta nunca miente, y tampoco se caracteriza por ser demasiado bromista, decidí investigar sobre el tema para garantizar su veracidad.


La famosa noticia en cuestión hacía referencia a una empresa dedicada a pasear peluches, vamos, una agencia de viajes barcelonesa destinada exclusivamente a juguetes o peluches. Sí, lo han oído bien. Se dedican a llevar de ruta por Barcelona a peluches provenientes de China, Norteamérica o de Europa. Como hoy en día está casi todo inventado, deduzco que el fundador sacó la idea al teóricamente maravillarse con la película Amelie y su historia de fotografiar un gnomo por distintos lugares del mundo.


La empresa en cuestión se llama Barcelona Toy Travel, y en uno de los artículos de referencia que encontré, aparece el peluche, y de fondo el mercado de La Boquería de Barcelona. Me imaginé como sería el peluchito, de color rosa y con esos ojitos tan dulces, paseando por el mercado. Lo imaginé mirando detalladamente el pescado y marisco tan fresco, esa fruta tan bien expuesta, apreciando y oliendo la combinación de los aromas, incluso, degustando un aperitivo en Cal Quim –mi preferido- o haciendo una foto junto el afamado Pinotxo. Supongo que también, y después de un día tan estresante e intenso, lo llevarían al hotel para que el pobre se pueda echar la siesta, que menos que realizar dicho sacrificio por el pobre osito.


Los precios oscilan entre los 50 y 90 euros, todo depende de la procedencia del peluche, si de España, Unión Europea o el resto del mundo. El viaje consiste en llevar al peluche durante seis días por los sitios históricos de Barcelona, y obviamente, realizarle un reportaje fotográfico. Mirando las prestaciones de cada uno de los servicios, tienes en su versión Explorer y Pro-Traveller la posibilidad de que el peluche aparezca degustando platos tradicionales catalanes, un perfil en Facebook, comunicación diaria via email o incluso, reunión y picnic con otros peluches viajeros en la playa. La duda me surge si ligas en el picnic con otro peluchito/a, si también se incluye el desplazamiento al hotel para obtener un momento de intimidad o hacer el amor.


También he pensado que en una época de crisis, no todo el mundo puede pagar 50€ por pasear a su peluche, pero haciendo un ejercicio de imaginación, se me ocurre, que también podrían habilitar otro servicio para los peluches locales, vamos los de Barcelona. Estaría bien que mientras tu dedicas unas horas para hacer compras, porque ya se sabe, se hace muy difícil realizar la compra con él encima, el peluche pueda jugar y distraerse en un local –vamos a llamarlo ludoteca-, de estos que tienen piscinas de bolas, toboganes y profesionales sumamente preparados para interactuar con peluches.


Por otra parte he pensado desde cierta malicia, que ¿quién te garantiza que verdaderamente mi osito –vamos a denominarlo así- ha estado en esos lugares que salé fotografiado?, vamos, que no te dan gato por liebre, y que no es como el anuncio de una marca de zumos, donde un chico está hablando con su madre por la webcam de su portátil, mientras sus amigos aguantan un poster de fondo para que parezca que tiene la casa ordenada. Ante estas posibles falsificaciones, se me ocurre la hipotética posibilidad de hacer un pasaporte exclusivo para peluches, y que tengas la oportunidad de que cuando te juntes con otros padres que también tienen peluches, puedas presumir de quién ha realizado más viajes, en línea con las horrorosas comparativas que suelen hacer los padres, ya saben, que si mi hijo es más alto, más guapo o más inteligente.


Debo reconocer que mi tono de sarcasmo tal vez sea pura envidia. Así que sólo me queda felicitar a su fundador, el checo Daniel Bacho por la iniciativa, y si encima tiene clientes, aún más, ya que confirmaría que las reglas del juego están cambiando, viniendo a decir que cualquier idea, por muy estúpida, fantasiosa y simple que parezca, puede triunfar. Como decía Mark Twain, “un hombre con una idea nueva es un loco. Hasta que la idea triunfa.”

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