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viernes, 25 de marzo de 2011

YA NO ES LO QUE ERA



Si creáramos una sección de profesiones que podríamos decir que están en peligro de extinción, y no sólo en el Coto de Doñana, una de ellas sería a mi parecer la de detective, o al menos, en su versión original y genuina, vamos la que hemos visto desde que éramos pequeños.

Siempre nos ha gustado imaginarlo, posiblemente debido a la influencia de las producciones de Hollywood, como un hombre misterioso, con voz ronca, con gabardina –un aspecto que nunca me he explicado, porque yo solo me la pongo cuando llueve, y ellos llueve o truene siempre la llevaban-, fumando constantemente y haciendo sus apariciones estelares o bien en la escena del crimen, o persiguiendo a un maleante esquina tras esquina.

Recuerdo, que cuando era pequeño, en una calle céntrica de Barcelona, había un bloque de pisos con un letrero inmenso en su primera planta donde ponía “Oliver, Detectius Investigació Privada,” acompañado de un número de teléfono –no sucede nada si hago publicidad de ellos, nunca se sabe cuando uno los necesitará-. Creo que era de los pocos letreros en toda la ciudad que se podía apreciar y pusiera la palabra ‘Detectives’, así de forma abierta y contundente, sin tener que poner otros sinónimos para evitar suspicacias. No sé, daba cosa pasar por debajo del letrero, era como una sensación extraña.

Volviendo a sus funciones, anteriormente, eran contratados por la propia policía, gabinetes de abogados, empresas o maridos y mujeres frustradas por los continuos vaivenes de su pareja, que necesitaban pruebas evidentes para saber, como yo digo, lo que ya sabían o sospechaban. Para este último colectivo, continuabas imaginándotelos persiguiendo al teórico sospechoso de infidelidad, haciendo fotos subidos a un árbol o arriesgando su vida subidos en un andamio, todo ello con tal de obtener una buena instantánea que les sirviera de prueba arraigada. Ahora, y por decirlo vulgarmente: se les ha acabado el chollo.

Por una parte, y gracias a las nuevas tecnologías, los propios abogados, sin necesidad de contratar a los detectives, utilizan el queridísimo Facebook como fuente de pruebas de infidelidades en procesos de divorcio. Según publicó The Guardian el pasado 8 de marzo, y tras un estudio de la Academia Americana de Abogados Matrimoniales (AAML), un 66% de los abogados norte-americanos reconoce que Facebook es su principal fuente de información para encontrar pruebas. Dichas pruebas acostumbran a ser evidencias gráficas que uno de los miembros de la pareja ha colgado en Facebook. No quiero que con este comentario, ahora empiecen todos ustedes a eliminar fotos o mensajes mantenidos en Facebook con sus amiguitos-as, más que nada porque ya llegan tarde, pero sobretodo porque hay que ser bastante cazurro para pensar que por mucho que tengamos un login y password nadie lo sabrá .

Continuando con el tema caliente que nos atañe y según el Daily Telegraph, Facebook ha provocado 28 millones de divorcios. Mark Keenan, director general de Divorcio-Online reduce el motivo a que “la razón más común parece ser que la gente tiene conversaciones sexuales inadecuadas con personas que no debían”. Así que ya saben, si piensan que por chatear un poco con ánimo de sentirse alagado y un poco sensual, piénseselo dos veces, ya que no sabe qué le puede comportar el juego.

Por curiosidad, y con la facilidad que ofrece Google Maps para ver las fachadas de los edificios, he comprobado si la agencia “Oliver, Detectius Investigació Privada,” continúa. Y para mi sorpresa, ahí siguen, con su número de teléfono igual, eso sí, han añadido el prefijo, y se puede apreciar dicho parche que decidieron poner con muy poca sutileza. En fin, me alegro porque continúen sobreviviendo, aunque con la que les viene encima, el parche del letrero no será el único cambio que deban realizar.

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